Bajo la lupa: Un perfil sobre los investigadores privados
Hoy se cumplen diez años desde que escribí esta nota, que fue uno de mis trabajos favoritos que hice cuando era estudiante de periodismo.
El artículo era para la materia de Taller en el segundo año que cursé en TEA en 1999. La consigna era hacer una nota de tema libre que tenía que contener una entrevista.
Yo elegí el tema de los detéctives privados y esto fue lo que salió. Recuerdo que el día que devolvieron los trabajos la profesora destacó el mio ante toda la clase por como lo había narrado y varios compañeros me felicitaron. Un gran día.
La entrevista que hice era más larga pero como tenía que respetar un límite de líneas sólo entró una parte del testimonio. Lamentablemente ya no conservo esa cinta, porque me hubiera gustado publicar en el blog «una versión extendida».
Tal vez, hoy hay un par de cositas que le hubiera modificado, pero no la toqué, acá pueden leer la nota tal cual se la entregué a mi profesora. Que la disfruten.
20 de julio de 1999.
Bajo la lupa, un perfil sobre los investigadores privados
El mercado de los detéctives argentinos aumentó en los últimos años debido a la alta demanda del espionaje familiar. Ellos hacen cualquier cosa para resolver los casos: Se dizfrazan y recurren a sus herramientas de trabajo como minicámaras, gas paralizante, anteojos retrovisores y muchos contactos en todos los campos profesionales. Pese a que sus vidas nos son como las de Dick Tracy o Simón Templar, las tareas que realizan carecen de monotonía.
La oficina central de la agencia de seguridad e investigaciones Thunder se encuentra en el octavo piso de un viejo edificio ubicado en la calle Billinghurst al 1533, en el barrio de Palermo.
El despacho del detéctive privado parece salido de una novela de Raymond Chandler.
La habitación es chica, sombría y tranquila. Las ventanas están cerradas y las persianas entreabiertas permiten contemplar la suave llovizna que comienza a caer sobre la noche de Buenos Aires.
La sala sólo es iluminada por el velador del escritorio principal y el monitor de una computadora.
Frente a la mesa, un mueble de mimbre alberga varias carpetas con documentos y grabadores. Sobre uno de los extremos, una percha sostiene el chaleco antibalas.
Hermes Sánchez se sitúa detrás de su escritorio y enseguida recuesta su espalda sobre una cómoda silla reclinable. Hasta el nombre parece una invención de Chandler.
El hombre viste un vaquero negro gastado y una camisa escocesa celeste debajo de un chaleco de jean azul.
En el bolsillo derecho del chaleco lleva un cartucho con siete balas que pertenece a su revólver calibre 635. El arma está guardada bajo llave en el primer cajón de su escritorio.
Basta con escuchar la voz de Sánchez para comprender que el tipo de pelo castaño revuelto y anteojos es una persona agradable. Como los detéctives de las novelas policiales su conducta es la de una persona educada y humilde.
El mercado de los investigadores argentinos se vio favorecido en los últimos años por un fenómeno que no para de crecer: El espionaje familiar.
«Hay casos de hijos, que en alianza con las madres, investigan a padres por temas de infidelidad, de padres a hijos porque sospechan que consumen drogas y entre matrimonios por engaño«, comenta Sánchez.
No es fácil indagar a Hermes sobre su trabajo dado que no está muy acostumbrado a la preguntas. Generalmente es él quien las hace. Sin embargo, con el tiempo se va soltando.
Más allá de las diferencias que puede haber en las personas que siguen, los detéctives hacen lo que sea para acercarse a sus objetivos.
«Nosotros tenemos gente que se disfraza de cualquier cosa. Trabajamos con prostitutas, adolescentes y abuelos. Aunque en la mayoría de los casos participa gente de la Policía Federal y bomberos del grupo especial de rescate«, explica el investigador.
Hermes se dedica a la atención de los clientes. En casi todas las agencias, los detéctives nunca saben para quién trabajan. Unicamente el director de la compañía conoce a la persona que solicita los servicios.
De acuerdo a Sánchez, el espionaje es uno de los pocos oficios que no pueden ser enseñados en una escuela.
» Las academias de detéctives son un engaño porque esto se aprende en la calle. No hay otra manera«, destaca Hermes, quien forma parte del mundo de las investigaciones privadas desde 1984.
Antes trabajaba como consultor de empresas. Hace unos años comenzó con una investigación personal y al comprobar que no era tan difícil empezó a colaborar con bomberos y de a poco se fue formando la agencia.
Thunder tiene en la actualidad una sucursal en Río Negro, donde se encargan del sistema de cámaras y alarmas en el casino de la provincia.
Sánchez archiva en su memoria varias anécdotas que logró reunir con el tiempo. Sin embargo, no es algo de lo que suele hablar abiertamente con todo el mundo. De hecho, ni su esposa ni su hijo de doce años conocen a fondo sus aventuras.
«Cuando recién empezaba en esto, una mujer quería que le informara dónde estaba el marido y si entraba en algún lugar. El esposo de la cliente estaba en un…»
Hermes comienza a relatar su historia como si fuese la rutina común de una persona que trabaja en una oficina.
Aunque no se de cuenta, sus historias tienen mayor interés que la rutina de un empleado administrativo.
La mujer espera a la salida de un albergue transitorio. Si el detéctive principiante que contrató no se equivocó , su marido va a salir del lugar con otra chica. Sánchez no se había equivocado. El hombre sale del hotel y su mujer se abalanza sobre él para encararlo. Hermes nunca imaginó cómo reaccionaría el tipo. El hombre encolerizado sacó un revólver y le disparó cinco tiros a su mujer.
La historia produce escalofríos pero termina bien.
«Por suerte, la mujer se salvó. Ahora en un caso así usamos un gas paralizante y en caso de algún movimiento sospechoso la persona queda inmovilizada«, comenta Sánchez.
El Código Civil autoriza a estas agencias a realizar investigaciones del tipo familiar y comercial, pero no penales.
Cada detéctive debe tener una autorización que la empresa tramita en la Policía Federal.
Hermes no la necesita ya que trabaja directamente con la policía.
A menudo los detéctives responden a no menos de tres nombres y cambian su imagen varias veces al mes. La gente de Thunder da su verdadero nombre pero entre ellos se tratan por apodos.
Por supuesto, Sánchez tiene el suyo. Durante 20 segundos se debate si lo revela o no. La espera tiene su causa. No es un apodo que lo elogia con todo su esplendor: Le dicen Alca por Al Capone.
La lluvia dejó de caer sobre la ciudad cuando suena el teléfono en la oficina. La cara de Hermes revela que un trabajo va por buen camino. Queda en encontrarse con la persona en media hora. El detéctive sigue con la entrevista y comenta:
«El problema de la inseguiridad nos complica la tarea. Antes, uno estaba parado en un lugar esperando a una persona y no pasaba nada. Hoy, en media hora te rodea la policía con escopetas porque piensan que sos un merodeador«.
El reloj marca los ocho de la noche.
La mayoría de las personas regresan a su casa después de una jornada de trabajo. El día de Alca no terminó.
La cochera del edificio se abre y como el Avispón Verde sale a cumplir con su tarea.
Su nombre es Sánchez, Hermes Sánchez.
Muy Bueno, Hugo!!!
Felicitaciones!
Buenisima la nota! Genial!. Ya escribias bien 10 años atras!. Un saludo!
hay gente que nace con una capasidad narrativa exepcional
sos una de esas personas hugo
¿sabes si desde entonces el negocio de los detectives sigue con ese mismo auge?
saludos
Muy bueno Hugo.Te felicito,gran trabajo.De ahi salio el apodo de Chandler?.Saludos
Gracias chicos por los comentarios.
Nico no sé si sigue el mismo auge, pero Hermes sigue teniendo las dos sucursales de su agencia y se dedica a lo mismo.
Sobrevivió la crisis del 2001 y atiende en el mismo despacho donde lo entrevisté. Un personaje de aquellos.
Mauro: No, el apodo de Chandler surgió de su fanatismo por la serie Friends, especialmete por el personaje que interpretaba Mathew Perry.
Saludos!
Simplemente excelente.
Re da como prólogo para una novela protagonizada por Alca. 😉
BTW, volvieron las quejas! 😉
…Sanchez!!! Como pepe sanchez! el que salia en la revista nipur…buena cronica, igual prefiero cuando te dedicas a los malos!!!
Muy bueno! Obvio que uno lee la nota y se entusiasma. ¿Quién no soñó alguna vez con ser detective? 🙂
No leí nunca nada de Chandler. Mis policiales se quedaron en Poe y Conan Doyle. ¿Alguno en particular para recomendar, Hugo?
Abrazo
De Chandler, TODOS!!!
Arranca por «El largo adiós» que es el primero de la serie del detective Philip Marlowe.
Igual Ariel me gustaría destacar que esto es otra cosa que no tiene nada que ver con los que leiste de Poe y Doyle.
Esos son autores de policiales clásicos que presentan héroes de guantes blancos que resuelven crimenes a través del raciocinio.
Chandler, como Dashiell Hammett y Jim Thompson entre tantos otros son autores de lo que se conoce como la novela negra o Hard Boiled.
Son historias mucho más oscuras y violentas, donde los tiros y la persecuciones juegan un papel importante.
Es otra onda.
En lo personal es el policial que a mi más me apasiona y nunca me aburre.
Saludos!
Perfecto! Gracias por el consejo. Arrancaré con El Largo Adios.
Un abrazo!
HUGO…. ME ACUERDO DEL MOMENTO DE LA ENTREVISTA… JA..JA.. CUANTOS RECUERDOS… ME ALEGRO QUE TE HAYA SERVIDO EN TU DESARROLLO PERSONAL… TE ENVIO UN FUERTE ABRAZO… HERMES SANCHEZ
Un grosso.