All is True: Una película de Kenneth Branagh

El hecho que una película dirigida y protagonizada por Kenneth Brannagh, con Ian McKellen y Judi Dench haya sido desechada por Sony para su distribución local, al no considerarla una propuesta lo suficientemente comercial, retrata lo deteriorada que está nuestra cultura.

All is True es un proyecto personal de Brannagh que pudo completar luego de trabajar como realizador en varias producciones hollywoodenses que hizo por encargo, como Cenicienta, Thor, Jack Ryan y la demorada Artemis Fowl.

Era de esperarse que en algún momento se diera esta situación.

El cineasta que adaptó con mayor pasión las obras de Shakespeare en el cine eventualmente termina por encarnar al dramaturgo como actor.

Ya lo mencioné en otra nota.

Mi pasión por las historias de este autor me la inculcó Brannagh a través del cine, cuando vi por primera vez Henry V, su ópera prima de 1988.

Desde entonces empecé a explorar la extraña tarea de leer teatro y encontré historias fascinante.

En lo personal me gustan más las comedias, que tienden a ser menos valoradas, y después de varios siglos todavía logran hacerte reír.

Mucho ruido y pocas nueces por ejemplo, que representa mi adaptación favorita de Brannagh, es una joya en materia de enredos que no perdió vigencia.

En el caso de All is True  nos encontramos ante una propuesta muy interesante que imagina lo que pudieron haber sido los últimos días de Shakespeare.

Una película que no fue bien recibida por los intelectuales snobs que tiene la misma mirada fundamentalista sobre el tema.

Ellos se sentaron a ver el film con la idea de ver una biografía rigurosa cuando Brannagh proponía otra cosa.

La realidad es que gran parte de la vida de Shakespeare se presta a especulaciones que se debaten desde hace siglos.

Desde su apariencia física hasta la religión, disputada por católicos y protestantes, y su sexualidad.

Hay teorías para todos los gustos en cualquiera de los temas que elijan.

Brannagh nunca tuvo la idea de hacer una biografía, sino que imagina lo que pudo haber sido el período final de la vida del artista desde una perspectiva interesante.

El director lo corre al gran Willy del Olimpo de los dioses de la literatura para retratarlo como un hombre común de clase media, que tenía un montón de quilombos personales y además era un artista respetado.

El disparador del conflicto pertenece también a una de las tantas teorías especulativas en torno a su historia.

El 29 de junio de 1613, durante una interpretación de Henry VIII, se produjo un accidente que derivó en el incendio del famoso Globe Theater de Londres, donde Shakespeare había presentado numerosas obras famosas, como Romeo y Julieta.

Varios biógrafos creen que este hecho afectó profundamente al dramaturgo, quien decidió retirarse del mundo del espectáculo.

A partir de esa premisa Brannagh construye su relato que se centra en el regreso del artista a Stratford-upon-Avon para reencontrarse con su familia.

El conflicto sigue al protagonista en sus años finales mientras trata de resolver cuentas pendientes con su esposa e hijas.

A lo largo de la trama lo vemos lidiar con el duelo no superado por la muerte de su hijo Hammet, quien fue víctima de la peste a los 11 años, más los pases de factura de su familia por haber puesto su carrera por encima de ellos.

El tono del film es dramático y melancólico, una sorpresa si tenemos en cuenta que el realizador delegó el guión en Ben Elton, el creador de la excelente sitcom Upstart Crow, que presentó una desopilante sátira de la vida de Shakespeare.

Pronto publicaré una nota al respecto.

El argumento de Elton en este caso tuvo un tratamiento opuesto si bien ocasionalmente hay algún momento humorístico.

Con numerosas referencias a las obras de teatro famosas, el director presenta un drama solemne que nos permite disfrutar al más grande autor de todos los tiempos desde una mirada muy humana y realista.

En este punto encontramos uno de los grandes ganchos del film.

La posibilidad de ver a un genio de estas características en situaciones mundanas que lo retratan como un hombre común y corriente en lugar del dios sobrenatural que está por encima de la humanidad.

Brannagh brinda una interpretación fantástica en el rol principal y la escena que comparte con Ian McKellen es oro puro.

McKellen encarna a Henry Wriothesley, un aristócrata que algunos biográfos especulan habría sido el amante del autor a quien le dedicó los famoso sonetos románticos.

Algo incomprobable por supuesto como tantas otras cuestiones en este tema.

El director y Ben Elton optaron por retratarlo como un viejo amigo del artista y la escena que comparten juntos brinda uno de los mejores momentos del film y nos permite disfrutar a estos dos gigantes del cine.

En el caso de Judy Dench la actriz está correcta pero representa una de las grandes pifiadas de Brannagh en el casting.

Judy interpreta a la esposa de Shakespeare, Anne Hathaway, quien en la película parece la madre del protagonista debido a los 26 años de diferencias que hay entre los artistas.

En la vida real Hathaway era seis años mayor que el dramaturgo pero en este film la diferencia se amplió y no hay modo de comprarles a Brannagh y Dench que son un matrimonio.

Probablemente Kenneth la eligió para darse el lujo de trabajar con ella pero el rol no la favoreció.

En lo referido a la puesta en escena nos encontramos ante una obra de Brannagh y como es habitual desde la realización su trabajo es excepcional.

Toda la ambientación, vestuarios y fotografía están a la altura de la calidad que tiene sus películas y no decepciona en absoluto.

Para quienes disfrutan del cine de este director All is True es una muy buena película que no tuvo difusión y merece su recomendación.

El avance.