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La Ciudad Esmeralda de Oz y el efecto Jason Voorhees

¿Un suceso comercial se puede convertir en una maldición para un artista?

Si examinamos el caso de L.Frank Baum la respuesta sería que sí.

La fama y fortuna que recibió con las historias de Oz luego representaron un problema en su carrera literaria, ya que nadie leía el resto de sus trabajos.

En varios ocasiones intentó hacer otras cosas para el público infantil, donde presentó relatos muy originales como la biografía de Papá Noel, pero en las librerías resultaron fiascos comerciales, ya que a los chicos de principios del siglo 20 sólo le interesaban las historias de Oz.

Frustrado por esta situación y luego de escribir Road to Oz, donde se notaba que al autor se le habían acabado las ideas, en 1910 decidió concluir de manera definitiva la saga de Dorothy y sus excéntricos amigos.

Aunque los editores intentaron persuadirlo, Baum se mantuvo firme en su decisión y desarrolló La Ciudad Esmeralda de Oz con la idea que el relato representara la entrega final de la serie.

El proyecto enseguida cobró notoriedad desde su anuncio, ya que la editorial Reilly & Britton utilizaron ese gancho comercial para promocionar de antemano el libro.

Un caso muy similar a lo que luego ocurrió en el cine con la saga Martes 13, donde el capítulo cuarto se concibió para finalizar la historia de Jason Voorhees.

Con la serie Oz pasó exactamente lo mismo y por ese motivo el sexto libro generó una gran expectativa.

Tal vez, por el hecho que era su trabajo final con la serie, Baum se esmeró en brindar una historia superior que no repetía los mismo elementos y conflictos de sus libros previos.

La Ciudad Esmeralda presentaba dos conflictos independientes que se desarrollaban de manera paralela hasta confluir en el gran climas de la trama.

El autor utilizó conceptos que los chicos les habían enviado por cartas, como la idea de incluir a los tíos de Dorothy en las aventuras.

Debido a una crisis económica que se vive en Kansas, El tío Henry y la tía Emma están apunto de perder la granja de la familia. Dorothy enseguida les ofrece mudarse a Oz donde podrían vivir en el castillo de la Princesa Ozma, pero el matrimonio cree que son inventos imaginarios de la niña.

Una noche Dorothy viaja a Oz y le comenta a la princesa el problema que vive con sus tíos, quienes están a punto de convertirse en indigentes.

Ozma entonces les ofrece alojarlos en el palacio y a través de un hechizo mágico sorprende a la pareja de ancianos que terminan transportado.

Luego, con la idea que sus tíos conozcan mejor Oz, Dorothy emprende una aventura con sus tíos y sus clásicos amigos para explorar territorios desconocidos.

Mientras tanto la segunda trama lo tiene como protagonista al Rey Gnomo, quien planea venganza de Ozma y Dorothy, quienes le quitaron el cinturón mágico que le daba un gran poder.

El gnomo empieza a reclutar todo tipo de criaturas peligrosas y organiza un plan para invadir Oz.

Las dos historias que parecen no tener relación entre sí a lo largo del libro se van conectando y finalmente se fusionan en los últimos capítulos.

La Ciudad Esmeralda de Oz trabajó muy bien los elementos clásicos de fantasía que esta oportunidad se fusionaron con la aventura.

En los último episodios la amenaza de la invasión se vuelve seria y la novela tiene un tono de despedida final.

No voy a mencionar como se resuelve el conflicto, pero sí es interesante destacar el modo en que Baum cerró todas las puertas para una potencial continuación.

En el capítulo final el autor menciona que recibió una carta de Dorothy donde le pide el favor que no vuelva a narrar más historias de Oz, ya que todos los habitantes de ese mundo prefieren vivir en el anonimato.

«Nunca más volverán a saber de Oz, porque decidimos cortar nuestras relaciones con el resto del mundo, Sin embargo Toto y yo siempre amaremos a usted y a todos los chicos que nos amaron.»

Dorothy Gale.

En las últimas líneas Baum le desea a suerte a todos los personajes para que tenga una vida feliz y próspera.

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El autor no mató a los protagonistas como en el caso de la saga Martes 13,  pero la entrega final de Oz no hizo otra cosa que hacer más popular de lo que ya era a esta serie literaria.

La Ciudad Esmeralda de Oz se convirtió en un gran éxito literario y las centenares de cartas que recibió el autor, donde los niños le pedían más historias, no lo hicieron cambiar de opinión.

Baum se había desvinculado de Oz para siempre y emprendió una nueva etapa en su carrera.

Entonces comenzaron los problemas.

Todos sus nuevos proyectos fracasaron en las librerías y no consiguieron capturar la atención de los pequeños lectores. El autor intentó ofrecer nuevas propuestas en el género de fantasía, como The Sea Fairies, protagonizada por chicos aventureros, que eran muy similares a los personajes de E. Nesbit pero no funcionó.

El público infantil quería más historia de Oz.

Baum inclusive se hizo pasar por mujer a través del pseudónimo, Edith Van Dyne, con la saga de la Tía Jane, que intentaba llegar al mismo público de Louise May Alcott y Lucy Montgomery, pero el proyecto no tuvo repercusión.

Sumado a la mala administración que llevó de un teatro que manejaba, en poco tiempo el artista que había sido uno de los autores best sellers más reconocido de los Estados Unidos quedó cerca de la quiebra financiera.

Desde que publicó la última entrega de Oz en 1910, durante los tres años siguientes el escritor probó suerte en la literatura con diferentes pseudónimos, ya que su apellido estaba asociado con esa saga infantil.

Baum se hizo pasar por Floyd Akers, Schuyler Staunton, John Estes Cook, Suzanne Metcalf y Laura Bancroft.

Al público adulto no le interesaban sus propuesta y sus trabajos infantiles no se vendían porque no estaban relacionados con Oz.

Finalmente después de pasar una mala racha económica, Baum decidió tragarse su orgullo y volver a ese universo de ficción que lo había hecho famoso.

Al mejor estilo Jason Voorhes, los personajes de Oz volvieron otra vez para satisfacer a los fans y aliviar el bolsillo del artista.

En 1913 se publicó The Patchwork Girl of Oz y por supuesto fue un gran éxito comercial.

A partir de ese momento L.Frank Baum se dedicó a escribir historias de Oz hasta el momento de su muerte en 1919.

Una historia increíble de cómo a veces el éxito comercial puede resultar un arma de doble filo para un artista, quien no logró despegarse de sus creaciones más conocidas.